Bolivia presenta un rezago significativo respecto del
resto de países de América Latina.
El tamaño de la economía boliviana es reducido. El PIB per
cápita se sitúa, según datos del PNUD de 2007-08, aproximadamente en los 2819
dólares anuales, lo que significa que es el cuarto país más pobre del
continente (después de Honduras, Guatemala y Haití), situándose en el puesto
177 del IDH (07-08). En los últimos 25 años, los progresos en salud y educación
han sido significativos, no obstante, se han producido sin el corolario del
crecimiento económico. La incapacidad de los logros sociales para traducirse en
un mayor crecimiento económico constituyen el primer rasgo del “patrón desequilibrado
de desarrollo humano” existente en Bolivia.
Desde la aplicación del ajuste estructural, a mediados de
los años 80, los campesinos e indígenas, en tanto productores quedaron
marginados de las políticas públicas, por ser considerados “inviables”. Los
objetivos y promesas de desarrollo y mejoramiento de las condiciones de vida de
los pobres no sólo no han mejorado sino que ha empeorado y la brecha entre
ricos y pobres es cada vez mayor, a pesar de los éxitos en los indicadores macroeconómicos.
Las cifras de organismos internacionales y del gobierno nacional sobre la
pobreza y desarrollo humano son contundentes. El 70% de la población boliviana
está en situación de pobreza, y en el área rural, asciende al 94% (UDAPSO 1995).
A partir de 1991 se profundizaron las reformas estructurales,
especialmente, con la privatización y capitalización de las empresas estatales.
Los objetivos de la privatización, según el Plan Nacional de Desarrollo, eran
reducir el déficit fiscal, transferir actividades productivas al sector privado
y canalizar los recursos a la inversión social. Los objetivos de la
capitalización eran atraer la inversión privada, a gran escala, acelerar la
creación de puestos de trabajo, transferir el control de gestión al sector
privado y crear un mecanismo de ahorro, a largo plazo, para redistribuir los beneficios
de la capitalización en la población. Los resultados del ajuste estructural no
fueron buenos para Bolivia porque profundizaron la desigualdad.
La pobreza en el campo a raíz de la baja producción, las
tierras agrícolas degradadas y la proliferación de minifundios, está generando
un movimiento migratorio fuerte del campo a las ciudades y al exterior (países
del norte). Se estima que de los 9,2 millones de habitantes de Bolivia,
alrededor de un el 36% estaría en el área rural y el restante 6% en el área
urbana, frente a los 42,5% y 57,5%, respectivamente, que registraba el Censo de
1992.
La migración hacia el área urbana en gran medida se debe
a que las condiciones de vida en el área rural han sufrido un deterioro
generalizado. Así, la pobreza se va urbanizando cada vez más pero sin
desligarse totalmente del área rural. Por ello las migraciones temporales
siguen siendo importantes como estrategia de supervivencia; aunque es evidente
que las migraciones definitivas han aumentado.
.
El servicio total de la deuda como porcentaje de los
ingresos fiscales disminuyó de 35,4% a 22,0% en el último año. La mejora
significativa de este indicador se debió, ante todo, al incremento sustancial
de los ingresos públicos (36,8%) en la gestión 2006, gracias a las modificaciones
a la Ley de Hidrocarburos”.
La disminución de la deuda pública en el año 2006 se debe
a las condonaciones de deuda externa: FMI, BM, Japón y otros, en el marco de la
iniciativa HIPIC.
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